En 1892, mientras se recuperaba de una enfermedad en Niza, Edward Munch escribió en su diario: "Iba caminando con dos amigos por el paseo -el sol se ponía-, el cielo se volvió de pronto rojo, yo me paré; cansado, me apoyé en una baranda -sobre la ciudad y el fiordo azul oscuro no veía sino sangre y lenguas de fuego-, mis amigos continuaban su marcha y yo seguía detenido en el mismo lugar temblando de miedo, y sentía que un alarido infinito penetraba toda la naturaleza".
De vuelta al lenguaje y su insuficiencia, "El grito" representa para mí un instante inscripto en lo que Jacques Lacan llama el registro de lo real, de lo inefable, esos lugares que el lenguaje no puede alcanzar. El grito de angustia se sitúa en los límites del lenguaje verbal, y lo que no es claro es en qué lado de la línea ubicarlo. El grito de Munch en particular, de un rostro-máscara que pareciera a punto de ser succionado por la zigzagueante lengua de agua, está incluso aún más lejos de la palabra; siempre he pensado que esa pintura representa una escena muda, sin sonidos, un grito que quiere ser grito y, sin embargo, no consigue trascender el mero gesto.
Yiniyán
(Promoviendo el arte en pos del buen gusto)
De vuelta al lenguaje y su insuficiencia, "El grito" representa para mí un instante inscripto en lo que Jacques Lacan llama el registro de lo real, de lo inefable, esos lugares que el lenguaje no puede alcanzar. El grito de angustia se sitúa en los límites del lenguaje verbal, y lo que no es claro es en qué lado de la línea ubicarlo. El grito de Munch en particular, de un rostro-máscara que pareciera a punto de ser succionado por la zigzagueante lengua de agua, está incluso aún más lejos de la palabra; siempre he pensado que esa pintura representa una escena muda, sin sonidos, un grito que quiere ser grito y, sin embargo, no consigue trascender el mero gesto.
Yiniyán
(Promoviendo el arte en pos del buen gusto)
1 comentario:
Alguien me dijo que eso era una máscara; y a pesar de mi resistencia, nunca pude creer que era mentira lo que decía...
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