domingo, 22 de julio de 2007

Todo bien

Cuando era chico, en mi casa había dos tortugas que ni nombre tenían. A una la desaparecieron las perras. La otra murió y la pusimos en una caja de plástico. Cuando la encontré, varios años después, la carne y el peso de la tortuga se habían consumido y sólo quedaba su caparazón hueco, liviano y frágil. El mismo material que había resistido más de una vez la presión de los colmillos de Mara, ahora se partía con sólo tocarlo. Asi es el "todo bien", hoy lo aprendí. Esa sensación de que todo está como y donde debe estar es tan endeble como el caparazón de una tortuga muerta. O más, porque bastan sólo algunas palabras, pocas pero exactas, para dejarlo quebrado, hundido, partido, así, tan como yo hoy.

Yiniyán