martes, 28 de agosto de 2007

69

Era una experta del sexo. Había recorrido el Kama Sutra de punta a punta más de una vez y conocía al detalle los secretos del sexo tántrico. Lesbianismo, orgías, sexo anal, lluvias negras y doradas, sadomaso, casi nada quedaba fuera de su espectro. Más de una vez, incluso, había gozado hasta el éxtasis con la lengua rugosa de Grillo, un soberbio ejemplar siamés que la acompañaba desde hacía cinco años. En sus intensos veintidos años, sólo se había rehusado a dos de las miles opciones que el sexo ofrece. La pedofilia, "por razones morales", gustaba decir. Y el 69, para lo que no conseguía dar justificaciones demasiado contundentes. "Pues no lo sé, la reciprocidad simétrica... me da mal rollo". Su sexo era desorden, caos, asimetría. Ella meaba de pie, y su partenaire abría la boca para recibir su caldo tibio; ella blandía el látigo de tres puntas y el otro, atado a la cama, resistía los azotes. Y así. Uno dando, otro recibiendo.

El día de su primer 69 empezó como cualquier otro. Se levantó a las 11, tomó un café con leche en el bar de abajo y se fue al cine Bologna. Le gustaba la primera función, la vieja sala estaba casi siempre vacía y podía recostarse ocupando tres butacas. Como siempre, entró sin preguntar qué daban y se acomodó. El proyector se encendió y la pantalla se iluminó con nueve letras amarillas: "Cleopatra". La película contaba la historia de la Reina del Nilo y su tormentosa relación con Marco Antonio. Calculó que se habría rodado en los años 60, tal vez en los 70, y se sorprendió con las furiosas escenas de cama de los míticos amantes. Una imagen en particular se fijó a fuego en su mente. Cleopatra llegaba a sus aposentos y sorprendía a Marco Antonio penetrando incansablemente a una voluptuosa esclava morena. Contra todo pronóstico, la faraona se retiraba tranquilamente sin ser percibida y una vez en soledad rompía en llanto.

Se sentía extraña en su vuelta a casa. Como si fuera más lenta que el mundo, como si lo estuviera viendo desde arriba, ella gigante y el resto una maqueta. Ya en su cama, se masturbó durante una hora y media, retrasando hasta el límite el orgasmo que deseaba desde hacía más de tres horas. Como flashes, pasaron antes sus ojos el esbelto torso de Marco Antonio moviéndose rítmicamente, las potentes tetas de la esclava meciéndose de arriba a abajo, el llanto desconsolado de Cleopatra. Su clímax, un estremecedor grito gutural, coincidió exactamente con el mecánico sonido del timbre. Rápidamente se cubrió con una toalla y abrió la puerta.

Frente a ella, el vecino del segundo primera. Se habían cruzado algunas veces en la escalera, pero nunca habían intercambiado más que algunas formas de cortesía. - ¿Ha pasado algo?, preguntó él. - Si, contestó ella. Y sin más, lo cogió de la camisa y lo metió en su piso.

Dos minutos después, el del segundo estaba desnudo, empalmado, y acostado en la cama. Sobre él, exactamente invertida, ella. Se lamían suave y mutuamente. Él aún pensaba en qué le diría a su novia, cómo le explicaría todo eso, si sólo había subido a avisar a la del tercero sobre la asamblea de mañana. Ella, extasiada, lamía acompasadamente a su ocasional compañero, y a cada movimiento de su boca sentía, como en espejo, el sutil golpeteo de su clítoris con la lengua de su vecino. Era perfecto, era armonía, era poder. El sol ya se ponía, y en la penumbra de la habitación, entre sombras confusas, vio impresas en la pared las fórmulas que determinaban su acto amatorio. Todo eso, cada fracción de cada movimiento, estaba predeterminado por un orden que escapa a su control y comprensión, Su primer 69 terminó en un sublime orgasmo sincronizado. A medida que su boca se colmaba de semen, sentía cada gota derramada en la lengua de su compañero.

Se despidieron sin solemnidades. Ni siquiera un beso, sólo alguna palabra de cortesía. La silueta del hombre se perdió rápidamente en la escalera y en su lugar, en dirección opuesta, emergió una más pequeña y delicada. Era la hija de los del cuarto. - Hola, sonrió inocentemente. - Hola... ¿Quieres pasar? Tengo galletitas de chocolate.


Yiniyán

4 comentarios:

spooky buk dijo...

carre san paul, 40 - primero

mesmo fictícia, de tão tarada talvez ela se materealize pra me visitar

nunca se sabe...

taí o endereço

:)

El loco manzanar dijo...

Ouch! Eso fue casi doloroso...

Que autoretrato!

Está muy bien escrito. Y el estilo del cuento erótico, a mi gusto, es el mas dificil...ahí si que se arman emociones y mundos complejos difícilmente descriptibles sin caer en el típico manual de "cómo follar".

Aplausos parafernálicos!

Djinn
(sugiero que lo publiques en www.marqueze.net)

El loco manzanar dijo...

No he leido muchos relatos eróticos a lo largo de estos 24 años de vida..Hoy entré para ver si el relato estaba publicado en www.marqueze.net
Puse "69" en el buscador y encontré mucha cosa pero no lo que buscaba..tampoco me animé a leer ningún relato de ahi..la mayoria se titulaba "Probé el semen", "Me la clavó", "Se la clavé".. titulos bastante explicitos como el suyo Yiniyán pero no creo que tengan ni punto de comparación con la calidad de su relato.
Ah!..Y como mola comer algo de chocolate después de un buen orgasmo!!
Ojalá tengamos la oportunidad de leer algún otro relato erótico suyo en este blog.

SinChan

FeroH dijo...

Yiniyan...

excelente cuento... al igual que mis precedentes no soy un ávido lector de erotismo (aunque he leído algunos reltos en mi vida ya). De todas maneras, el sexo fue tal vez sólo una forma (no por eso menos importante) en tus palabras. ¿es el que leímos un cuento erótico?. por lo menos no es uno clásico je je je.

Sexo.


Narcisimo se me figura en la mente.
Narciso está mirándose en el reflejo de una calma agua.



Saludos...


PD.: conozco www.marqueze.net hace ya unos años (desde mis primeros años de juventud) es un muy buen espacio.